10 de julio de 2016

Imagina Porto

Amor, imagino que vienes a visitarme, aquí, a Porto, y no sé por dónde empezar.

En Porto bebemos mucho vino. Yo ya me acostumbré. Tendrás que acompañarme en cada copa, embriagarte conmigo en el almuerzo y en la cena, recorrer a pie estas calles pintadas que conozco casi de memoria, que me son ya familiares y que de a poco se han convertido en un hogar.

No hay nada más bonito que tener un hogar, pero más bonito aun es tener varios. Y aunque la vida me ha regalado ya unos cuantos, este, este amor, es especial. Porto me ha llevado,sin querer, a mi niñez, y todo lo que me haga viajar a ese lugar -porque, no sé tú, pero mi infancia no es un tiempo pasado sino un lugar presente, que puedo visitar cuando quiera. Me la paso yendo y viniendo-; todo lo que me lleve allí, decía, también es un lugar querido, y todo a lo que le tengo cariño quiero compartirlo contigo. Todas las cosas que uno ama, solo desea verlas juntas, en armonía. Así, amando y siendo amado, las personas alcanzan la auténtica belleza de aquello que les hace realmente humanos, si es que somos humanos de verdad.


Todo eso lo vas a poder comprobar aquí en Porto. Porque en el río, todavía hay barquitos y pescadores que salen de madrugada y venden todo al amanecer, y las personas mayores son tratadas con respeto y en general hay mucha amabilidad en las calles, más que en cualquier otro sitio donde yo haya estado. Como en Venezuela, no la de ahora, tristemente corrompida, viciada, distorsionada, coloreada de rojo y de hambre, cada rincón, sino la de antes, la que me vio crecer, en esa Venezuela el pan salía caliente de las panaderías y no llegaba jamás, amor, entero a casa. Era así. Y duraba días, después podías hacer con él tantas cosas, postres riquísimos, caseros, maternos. Allá también tendrías que ir.


En ese viaje, como en este que ahora imagino, entenderías mejor mi forma de pensar la vida.

En el río, en el camino al lado del río, en los puentes, hay tantos.

Imagino que desde el puente vemos el cielo, desde el cielo el puente, y a nosotros dos, cruzando a nados, flotando, volando, el río que cerca toda esta ciudad.

Ellos (arquitectura de tantas épocas), no son solo una muestra de las capacidades viales de Porto o de su infraestructura. Yo veo en estos puentes, una cualidad romántica que define también a las personas, cómo se relacionan, trabajan, cooperan, suman, ayudan, atienden, sirven… o tal vez es una percepción inocente. Pero es mi percepción y tiene toda la vigencia del mundo, amor, en el momento en que te escribo esto y sueño que vienes a verme, y estamos juntos viendo el casco histórico desde arriba, despertando con las gaviotas, casi cantando con ellas, ahora en el verano y en el insoportable helado invierno, y no te vas nunca de esta pequeña habitación, del mercado en ruinas lleno de señoras sabias a quienes la vida se les va en tus narices y tú compras, enternecido, las frutas de temporada, para devorarlas en el parque, en la playa, frente al sol, en alguna calle empinada, de nuevo frente al sol, pero más tarde, al atardecer que acaba por colorear todavía más, amor, estas calles de Porto.

Y aquí te quedas conmigo, o no, o nos vamos juntos a buscar a Porto, en cualquier otro lugar del mundo.

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